Allá vamos de nuevo (por las risas)

Es el mejor de los tiempos para el humor, es el peor de los tiempos para el humor. 

Es el mejor de los tiempos porque, mires donde mires, no queda otra que reírse. Vivimos en el sueño húmedo de un humorista. Nuestra actualidad es un muestrario constante e inagotable de hilarantes personajes que se suceden unos a otros en una especie de eterno carrusel de risotadas. Vacuos y pomposos miembros de la administración, chorizos con cargo, petulantes presentadoras, tertulianos de derribo, periodistas (?) feladores, tronistas de cuerpos estupendos, concursantes en porretas. Es tan divertido que duele.

Y es el peor de los tiempos, claro. Vivimos en un mundo en el que tu editor te dice que ojito con las cosas con las que haces coñas. En el que detienen a gente por hacer chistes. En el que muere gente por dibujar monigotes.

En el que señores con corbata nos explican, muy circunspectos, que en lo del jijí-jajá no vale todo, y que a eso del humor de mal gusto hay que ponerle freno pero ya porque a ver qué va a ser esto, hombre. Por Dios.  

Y denuncian a gente por faltar al respeto. 

Por faltar al respeto.

Y nos indignamos, con razón, y escribimos unos tuits incendiarios, super ácidos, y nos desfogamos. 

Pero el carrusel continúa, y el asunto pasa a segundo plano. 

Y un día te encuentras escribiendo una gilipollez en el tuiter, y te paras un momento, y piensas, "espera, espera, esto que estoy yo escribiendo, a ver sí..."

Y así, a lo tonto y de repente, sin que te hayas percatado de nada, tú has perdido y los malos han ganado. 

Puede que penseis que un culo no es gran cosa. 

Pero resulta que a alguien, ya, en este país, le incomodan las tetas. Y si van a por las tetas, ¿acaso no seremos nosotros los siguientes? 

Así que este año, más que nunca, dadme culos o dadme muerte (pero preferiblemente culos). 

Por las risas, coño.