Malote

Maldita sea.

Yo tenía un blog. Y no un blog cualquiera, qué va.

Era un blog para un público... escogido y especial.

Porque, bajo la inofensiva apariencia de blog de humor y risas y jijí jajá, a mí me gustaba  pensar que en aquellos chistes, en aquellas chanzas, había algo más.

Algo... peligroso.

Tras años y años de sigilosos avances, utilizando el teclado como un bisturí (iba a decir la pluma, que encaja más, pero lo del teclado es más fiel a la verdad, si bien la metáfora pierde un poco de fuerza, bah, es igual, así se queda), había conseguido llevar a un buen puñado de lectores a mi terreno. 

En mi blog entre jijís y jajás me burlaba de lo convencionalismos, subvertía con sutileza el orden establecido, y cruzaba con disimulo las líneas rojas que nuestra pacata sociedad traza mediante la fina línea del comportamiento socialmente aceptable. 

Y mis lectores entraban en ese juego.

Incluso organizaba el equivalente a una gran saturnalia; una ocasión señalada en el calendario donde dábamos rienda suelta a nuestros bajos instintos mediante la impúdica exhibición de selectas partes de la anatomía humana. 

Yo era un malote. 

Y un día, aparecen @iona_laia y @emerrepengo,y su increíble y ab-so-lu-ta-men-te encantadora hijita, Aroha, y así de buenas a primeras, te sueltan esto. Boom.

Y tú... o sea, yo... pues.... esto... 

Pero vamos a ver.

¡Maldita sea, yo era un malote de la internet! ¡NO PODEIS IR REGALANDO TARTAS DE DELICIOSO, DELICIOSO CHOCOLATE A MALOTES DE LA INTERNET! ¡NO PODEIS HACERME ESO!¡YO TENÍA UNA REPUTACIÓN!

Maldita sea...

¡PUES AHORA ME LA COMO, EA! 

Así aprendereis.