martes, 9 de febrero de 2010

¿Navidad? ¿Otra vez?

Sabrán ustedes, los habituales del blog, que existe un pequeño grupo de fieles a este blog autodenominado los Habituales -obsérvese la h mayúscula-. Vienen a ser lo que podriamos llamar el sector ultra, que ilustra a la perfección aquella teoría que ahora llaman "del palo de hockey" y en mis tiempos llamábamos "Ley de Pareto". En esencia, son un porcentaje relativamente pequeño de los usuarios del blog que generan un porcentaje inusitadamente alto de los comments -sólo aquí van ya a por los 7800- y, aunque no puedo comprobarlo, sospecho que también de las visitas.

Como comprenderán, son gente que tengo en alta estima. Usuarios VIP, podría decirse, que suministran dia tras dia el imprescindible feedback para que uno se sienta con ganas de sentarse ante el teclado al final del largo, largo día de trabajo, y generar un par de chochoas, unos cuantos es una p*** y quizás un puñado de se lo está f******.

Bueno, pues que resulta que en el blog que se han montado estos Habituales, convocaron un concurso de relatos navideños, cuyo ganador debía obtener el -dudoso- premio de ver su relato publicado aquí mismo el día de Navidad. Las circunstancias hicieron que no fuese así, y el tema quedó en suspenso... hasta hoy. Y además, da la casualidad que el ganador, el inefable John Mismo, ha anunciado recientemente su desafección del blog por motivos personales. Razón por la cual, me alegra dar cabida al relato que viene a continuación, además de la ilustración correspondiente a cargo del Necio Hutopo.

Gracias por todo, felicidades, que te vaya bien y vuelve pronto, John.


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El día de Nochebuena, Mismo Scrooge se acercó a su empleado Chacal Cratchit para decirle que debía trabajar al día siguiente. No le importó que fuera un día tan especial y familiar, porque para él era un día como otro cualquiera, en el que seguir ganando dinero y atesorando bienes. Y si Chacal tenía tiempo después del trabajo para llevar un blog (fuera lo que fuera eso) también tenía tiempo para ser explotado.

Pero esa noche Scrooge se acostó inquieto. - ¿Serán gases? se preguntó para sí.

Y el caso es que un ruido esclarecedor sonó cuando de repente vio aparecer el fantasma de un antiguo socio que ya no estaba de forma habitual entre ellos y que había adoptado una forma extraña y poco reconocible, pero que cualquiera captaría rápidamente, aunque sólo fuera por la katana que colgaba de su kimono.

- ¡Samurái Marley! -balbuceó.

- Scrooge -se oyó salir de lo que en su día fue una garganta (profunda).

- Sí, ya no estoy entre vosotros como en los buenos tiempos, pero no se iba a librar el mundo de mí tan fácilmente. He adoptado esta identidad incorpórea para avisarte de la visita de tres fantasmas durante esta noche. Si haces caso de sus consejos, este sueño tendrá un final feliz, si no, atente a las consecuencias, pero lo más seguro es que despiertes de nuevo en el despacho.

- ¿En mi despacho?

- No, en EL DESPACHO.

Joder, eso sí que acojonó. Y eso que no había utilizado voz de ultratumba, que quieras o no, en las películas te cagas en las bragas.

Y en eso se durmió; para despertar justo en la medianoche entre los estridentes gritos del fantasma de las navidades pasadas, el Hutopo gritón. No era para menos, contó que el año pasado, por Navidades y Fin de Año, se había acostado con más de seiscientas hembras, por lo que el apelativo de fantasma lo ganó en buena lid con sus compañeros (todo el mundo sabía que no fueron más de trescientas).

Le mostró a Scrooge en un santiamén lo feliz que había sido de joven, sobre todo antes de visitar cierto lugar descontextualizador en el que la gente reía y vitoreaba imágenes normales para cualquier persona mentalmente sana, pero que ellos mancillaban con sus comentarios.

Se volvió a dormir, creyendo que todo había sido una pesadilla, cuando, unos minutos después volvió a sobresaltarse con el arrastrar pausado de...

Sí, como si no lo supiéramos, el fantasma de las Navidades actuales, con su largas patillas.

El honor había recaído en Lograi el Luciérnago, que se jactaba de pasarse horas jugando al Guitar Hero tras hacerse miles de kilómetros para ver a su Luciérnaguilla.

- Menudo fantasma, -le decía la pobre viendo que sólo se acordaba de ella para pedirle que le hiciera los coros.

Paseó a Mismo por la casa de su sobrino mario Scrooge, con su linda esposa. Ah, y su hijito, que había logrado matar unos bichitos muy malos en su consola y ahora retozaba feliz ante las caras de cansancio de sus padres. Aún así la estampa era preciosa en todos los sentidos, por lo que Mismo no pudo sino pedir que lo sacara de allí con urgencia.

Tras orinarse encima por lo rápido y frío del viaje (bien, eso es lo que dijo), volvió a quedarse frito a lo calentito del pis.

Esta vez no se sobresaltó del ruido (ya sabía que vendría un tercero y, además, había leído el cuento y visto tres versiones distintas de la película).

Pero sí de lo que presenció: tres ninfas con vestidos semivaporosos flotando dulcemente a un palmo del suelo.

- ¡J*der! No me dijo que moriría con la última visita y ahora estoy delante de los ángeles (que para no tener sexo, bien buenas que estaban).

- ¿Eso que tienes ahí es un cacahuete o es que te alegras de vernos?, -dijeron al unísono las tres fantasmas, jocosas por la chanza.

- Vaya, ¡qué hijaput*s! Ya veo que no estoy muerto, que son una especie de triunvirato femenino que me va a enseñar las Navidades futuras. Seguro que lavan con lejía Neu-tres (festival del humor).

¡No, con el Conejo! Bramaron entre risas.



DarkieKiryëCalpurnia, que así se llamaba el nuevo fantasma (¿qué pasa?, cosas peores he oído), cogieron a Mismo Scrooge entre sus brazos y tras apoyar su cabeza entre sus pechos para salvaguardarlo del frío extremo de la ciudad, lo llevaron en volandas sobre el cementerio de las afueras. Tuvieron que zarandearlo varias veces para sacarlo de su estado de nirvana y, aun así, no asumió con la gravedad que debiera el ver su propia tumba abandonada y sin visos de haber sido visitada. Sólo una pintada que rezaba "último" aparecía cruzando su nombre. Por lo demás, hierbas, hojas secas y abandono.

- Ha sido un error el habernos puesto esta ropa tan sensual y provocativa. ¿Quién va a ahora a atemorizarlo para que se vuelva decente, bueno y piadoso?

- Prueba a darle una patada en los güev*s, -inquirió una de las cabezas (y que tod@s sabemos cuál fue).

- Nah, me sé una forma mejor. Brujas.

- ¿Asustarlo con brujas? ¿No es muy mayor para tonterías?

- Es muy mayor. Y punto. -rió la misma que ya sabemos.

- No, me refería a enviarlo otra vez a Brujas. Verás si se asusta el tío.

Y discutieron un largo rato mientras él babeaba junto al suelo con los ojos vidriosos puestos en curvilíneas formas, añorando que Irredenta no hubiera terminado a tiempo su evento friki del mes y hubieran formado un cuarteto angelical, digno de ser retratado por Rubens... estoooo, por Botero... ¡Ay, leches! Por Milo Manara o mejor aún, por Eleuteri Serpieri (uf, por los pelos...).

Al final decidieron dejarlo en manos del jefe supremo, J. C. Martian, que por lo visto encauzaría al tiparraco aquel en las buenas formas, buenos sentimientos y buenas ostias que le daría, qué caray.

Y colorín colorado este cuento (por fin) ha terminado.

O no...

Pd. Durante la creación de este relato no se maltrató a ningún pavo. Ni se pretendió ofender a nadie, todo son homenajes y mis respetos al máximo en ese aspecto. Ah, y que Diso nos bendiga a tod@s.


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