De vuelta de las vacaciones de verano os dije que algún día os enseñaría las afotos... pues ese dia ha llegado: vacaciones de verano marcianas, 2007. Si a alguien su religión le impide contemplar reportajes gráficos de vacaciones ajenas, lo comprenderé: a mí tampoco me gusta. Pero como éste es mi blog,
La cosa tampoco es que prometiese mucho: un veranito en la casa del pueblo, a pachas con las cuñadas, cuñados, sobrinos, sobrinas y suegros. Ahí es nada. Al menos, tenemos la suerte de ser de un pueblito de costa en Mare Erythraeum, con lo que al menos, hay playa y chiringuitos. (Pero si en Marte no hay agua, ni vida, ni civilización ni nada, diréis. Ja. Eso es lo que queremos que penséis, débiles humanos).
El caso es que llegamos allí, y hacía un calor de cojones.
Rápidamente nos hicimos una rutinilla. Levantarse tarde, playa y paseo con los críos, comer, siestecilla, más playa, paseo, cena y partidita con los amigos, güiskito va, güiskito viene. Como el hogar del jubilado, vamos, pero con niños.
Y claro, el estar de vacaciones es lo que tiene: te pones a hacer cosas por puro aburrimiento que normalmente no harías. "Ya verás, es una masajista buenísima buenísima, te quedarás más relajadito...." Pues bueno.
Eso sí: reconozco que lo de ponerme rastas no fue buena idea.
"Pero si son un amor, no te molestarán nada, ya verás..." una tarde al cuidado de tooooodos los sobrinitos y sobrinitas me bastó para comprender y admirar profundamente la obra de Herodes. Aún hizo poco.
La lástima es que por una cosa o por otra, no dejamos de ir de médicos en todo el verano. Porque también es mala suerte que se te pique una muela en vacaciones...
Mira que me lo dijo la marciana y no hice caso: "ponte crema, J'Onn, que tú siempre has tenido la piel muy sensible..."
Y vaya la que montamos en la marisquería... ¿pues no quería pagar el payaso de mi cuñado? Será fantasma el tío...
Ahora, que cuando vimos la cuenta, al que decidimos tocarle la cara un poco fue al metre. Porque me paró mi cuñada la chica, que si no al tiparraco ese no le salva ni la caballería.
Una noche, mi cuñao repartió unos cigarritos que había traído... no sé qué eran, pero daban un hambre que no veas. Y, de repente, todo era como mucho más luminoso. O así.
En fin, que menos mal que sólo fueron quince dias, que si llega a ser más, no sé si hubiésemos sobrevivido.
En fin, como todo el mundo.
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