miércoles, 24 de octubre de 2007

Cuatro seres y un destino

Cuando llegó el primero de los asistentes a aquella extraña reunión, yo ya estaba esperándole, por supuesto. En mi forma incorpórea, ví como mi compañero, Tornado Rojo, se presentaba con robótica puntualidad exactamente a la hora prefijada.



Pensé en permitir que mi cuerpo adquiriese de nuevo su natural opacidad, revelando así mi presencia... pero algo indefinible, una debilísima sensación de inquietud me retuvo. Los telépatas aprendemos a fiarnos de nuestros instintos... en aquel mismo instante, de entre las sombras, una voz que solamente se me ocurre calificar de rugosa, rompió el silencio de la noche.

- Buenas noches.

Debo decir en favor de Tornado que la voz no pareció provocarle la más mínima reacción... cuando mi propio corazón había estado a punto de salírseme por la boca. Dando un paso adelante, la infernal criatura conocida tan sólo como Demon hizo su aparición.



- Buenas noches.

Me estremecí bajo mi capa. La magia y la tecnología nunca se han llevado bien, y la tensión entre los dos seres aumentaba a ojos vista. Ví que Tornado tomaba aliento, como dispuesto a decir algo... pero pareció pensárselo mejor, y permaneció callado durante unos instantes más.

- ¡Hola! ¿Llego tarde?

Ahí estaba el tercer convocado. El ex-actor Daniel Cassidy, más conocido por su nom de guerre: Blue Devil.



Con todos los convocados ya presentes, no ví necesidad de mantenerme oculto. De todas maneras, estaba seguro de que mi presencia ya había sido detectada por al menos dos de los presentes. Relajé mi control mental y permití que el extraño grupo así reunido reparase en mí... el Detective Marciano.


- Buenas noches.

Como había supuesto, mi revelación no pareció sorprender a ninguno de los presentes, que reacomodaron sus posiciones relativas -con toda la suavidad del mundo- de modo que formásemos un cuadrado perfecto. Cruzamos nuestras miradas con expresión ceñuda, con un rictus de determinación en el rostro, sabedores de lo que todos nos jugábamos aquella noche, en aquella habitación a la que el Destino nos había llevado...

Y, oh, amados lectores, sabed que...

...fue una partida de parchís estupenda.

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