Dice la leyenda que, en tiempo de la guerra de la independencia española, los ejércitos napoleónicos eran frecuentemente hostigados por la guerrilla patria.
En la localidad de el Bruc, próxima a las mágicas montañas de Montserrat, le gabachuá, mejor armados y más numerosos que la guerrilla catalana, disponíanse a darle a ésta para el pelo... cuando ocurrió lo inesperado.
Un joven timbaler (tamborilero), hizo sonar su pequeño tambor... un sonido, que, multiplicado y reverberando por todo Montserrat, provocó que los franceses se hicieran caquita y salieran por piernas, provocando la victoria -por abandono- de la heroica guerrilla, sin pegar un solo tiro.
Y yo me pregunto, ¿no hay algo de extraño en toda esta historia? ¿Cómo uno de los mejores ejércitos de Europa -por no decir el mejor- huye al oír un simple tamborcito? ¿Cómo es posible?
Años después, tenemos la respuesta.
En la localidad de el Bruc, próxima a las mágicas montañas de Montserrat, le gabachuá, mejor armados y más numerosos que la guerrilla catalana, disponíanse a darle a ésta para el pelo... cuando ocurrió lo inesperado.
Un joven timbaler (tamborilero), hizo sonar su pequeño tambor... un sonido, que, multiplicado y reverberando por todo Montserrat, provocó que los franceses se hicieran caquita y salieran por piernas, provocando la victoria -por abandono- de la heroica guerrilla, sin pegar un solo tiro.
Y yo me pregunto, ¿no hay algo de extraño en toda esta historia? ¿Cómo uno de los mejores ejércitos de Europa -por no decir el mejor- huye al oír un simple tamborcito? ¿Cómo es posible?
Años después, tenemos la respuesta.
Y ojo, que dicen que hay franceses que todavía corren...
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