¿Holandeses? ¡No me hables de los holandeses! ¡Yo lo he dado TODO por los holandeses, mientras que ellos...! ¡Esos... esos... ! Déjame que te cuente una historia: era yo un chaval, apenas un tritoncillo de nada, cuando, al pasar por las costas holandesas, junto a un apacible pueblito de pescadores, me di cuenta de que... ¡se había abierto un boquete en uno de sus diques!
Por supuesto, no lo dudé. Si el dique se rompía, la tragedia azotaría el pequeño pueblito de pescadores con sabe Neptuno qué coste... de manera que, sin importarme mi seguridad personal, me lancé a resolver el problema.
¿Qué? No, no me lancé de cabeza. Ojalá.
Retrospectivamente, ojalá me hubiese lanzado de cabeza.
Porque salvé la ciudad, es cierto.
Pero pagué...
¡Traed herramientas! ¡Y cemento! ¡Pero antes de nada, un taburete!
...un enorme, enorme precio por ello...