Si hay algo que no soporte, son -irónicamente-, las etiquetas.
Me refiero al hecho de que una vez le has colgado a un personaje una etiqueta, hala, se acabó, ya está, ya no puedes hacer nada con él sin tener en cuenta su p#@% etiqueta. Tomemos, un poner, a los Tres Guerreros.

Como está mandado, Hogun el Torvo será... pues eso, torvo. Se hartará de poner cara de estreñido, de gruñir y de fruncir el ceño hasta que le duela.

Fandral, por su parte, es el alegre bandolero; siempre con una sonrisa en la boca, aunque los Gigantes de Hielo se le estén comiendo las orejas, detalle que le convierte en el favorito de las señoritas. Su sonrisa, me refiero, no al hecho de que le falten las orejas. Volvieron a crecerle, que para eso es un dios y eso. ¿De qué sirve ser un dios si no te puedes hacer crecer unas orejas nuevas cuando lo necesitas? Pues eso.

Y luego, claro, está el pobre Volstagg, condenado in aeternum a ser el gordito gracioso y simpático con corazón de oro y estómago sin fondo. Y no lo saques de ahí.
Me refiero al hecho de que una vez le has colgado a un personaje una etiqueta, hala, se acabó, ya está, ya no puedes hacer nada con él sin tener en cuenta su p#@% etiqueta. Tomemos, un poner, a los Tres Guerreros.

Como está mandado, Hogun el Torvo será... pues eso, torvo. Se hartará de poner cara de estreñido, de gruñir y de fruncir el ceño hasta que le duela.

Fandral, por su parte, es el alegre bandolero; siempre con una sonrisa en la boca, aunque los Gigantes de Hielo se le estén comiendo las orejas, detalle que le convierte en el favorito de las señoritas. Su sonrisa, me refiero, no al hecho de que le falten las orejas. Volvieron a crecerle, que para eso es un dios y eso. ¿De qué sirve ser un dios si no te puedes hacer crecer unas orejas nuevas cuando lo necesitas? Pues eso.

Y luego, claro, está el pobre Volstagg, condenado in aeternum a ser el gordito gracioso y simpático con corazón de oro y estómago sin fondo. Y no lo saques de ahí.
Por eso me gusta cuando se intercambian los papeles.