La persecución religiosa es un hecho lamentable pero indiscutible en nuestra sociedad actual. La discriminación por razones de fe. En estos tiempos de laicismo radical, de -por qué no decirlo- violencia estructural contra la fe, aquellos de nosotros que creemos en Su Sagrada Existencia estamos constantemente expuestos a la mofa y befa de aquellos cuya carencia de fe les resulta tan molesta que sólo ridiculizando a los creyentes encuentran un alivio al vacío moral en el que están sumidos. Y los creyentes soportamos sus chanzas sin alzar nuestra voz, humildes y serenos, en la confianza de que llegará el día en que cada uno encuentre lo que ha sembrado.
Pero dejadme deciros, malditos ateos, que esta vez habeis sobrepasado el límite.
Porque, para alimentar vestras vanas burlas, no os bastaba con representar a un Dios con la grosera forma de un animal de bellota. No.

Teníais que ir un poquito más lejos.

Ardereis en los abismos de Hel por esto, malditos infieles.