Y te agarraste a lo único que pudiste encontrar.
Te asiste a la barra.
Te ganaste la vida permitiendo que los hombres admirasen tu bello cuerpo. Moviéndote, cimbreándote ante ellos. Mostrando y ocultando. Jugando el juego.
Pero todo eso quedó atrás.
Porque El te salvó.
Y te convertiste en Su esposa.
Tomaste los hábitos, y dejaste todo aquello atrás, y loenterraste, lo olvidaste para siempre.
(¿Podrían ser esos los pandilleros...?)
Aunque quedar, siempre queda algo...