El primero de enero empezó a funcionar en Verizan, empresa francesa de informática, la primera máquina expendedora de píldoras para mejorar los rendimientos en los horarios de trabajo.Adiós pues a la rudimentaria máquina del café indigesto y sus peores versiones en capuccino de plástico. El nuevo modelo se dirige más refinadamente a nuestros diversos problemas de ánimo.
Por un coste entre los 20 y los 80 céntimos de euro puede obtenerse una gama de preparados que bien tratan de aliviar la depersión a través de los efectos del omega 4, 5 o 6, bien procuran tan sólo aplacar los nervios. Un muestrario de ansiolíticos para combatir la ansiedad o el estrés y otro de estimulantes para vencer el agotamiento o la desgana componen parte de esta psicofarmacia empresarial que también se han instalado en estaciones, gasolineras y aeropuertos de algunas partes del mundo.
Pero qué excelente, excelente idea... ¿que tu fuerza de trabajo está desmotivada porque les explotas como a esclavos a cambio de un sueldo de mierda? Pelotazo de estimulantes, y como nuevos, oiga. ¿Que las bajas por infartos, estrés y ansiedad se disparan porque tus trabajadores se ven obligados a hacer jornadas maratonianas bajo la amenaza del despido, cada vez más libre? Chutazo de ansiolíticos y tira millas.
Se echa de menos la posibilidad de pillar unos tiritos directamente en la empresa, pero supongo que eso quedará de momento a la iniciativa individual de cada trabajador. Ya veo a los pelotas, "psssst, jefe, me voy a meter unas rayitas que va a ver cómo le cuadro los balances...¡snrrrfsss!". Y al jefe, ufano, "Hay que ver este Ramírez, qué devoción por el trabajo... esta mañana me lo he encontrado en la puerta de la calle fumando crack... a ver si aprenden ustedes, caramba..." Porque claro, si se trata de fumar, habrá que hacerlo en la calle, como seres respetuosos con la ley que somos.
Venga, chicos, que a poco que apretemos, las anfetas y el LSD nos las paga la Seguridad Social... alegría, alegría...
Venga, chicos, que a poco que apretemos, las anfetas y el LSD nos las paga la Seguridad Social... alegría, alegría...
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