En Barcelona, mi ciudad, las obras de un nuevo tramo de metro han originado un gigantesco socavón que ha obligado a desalojar varios edificios, e incluso a derribar alguno de ellos, sin que sus ocupantes pudiesen siquiera recoger lo más esencial. Un día estás tranquilamente en tu piso, y al siguiente, vives en un hotel y tu casa no es más que un montón de escombros.
Observemos en la portada de Fantastic Four #1 lo que Lee y Kirby tienen que decir acerca de esto.
Como vemos, el socavón ocupa el centro de la composición. El gigantesco monstruo, que surge de él, es una alegoría de la incompetencia y la irresponsabilidad, tan propias de estos tiempos en los que la única ley que se hace cumplir es la ley del mercado. Los 4f, por su parte, simbolizan los diferentes estadios por los que atravesarán los afectados.
La primera reacción es de sorpresa, de incredulidad, negación. Esto no puede estar pasando. Los afectados se quedan de piedra.
Cuando entienden lo que ha ocurrido, y se dan cuenta de que sus vidas han estado en juego, de que el socavón podría haberse tragado su edificio, y a ellos con él, sus fuerzas flaquean, los miembros les fallan. Se sienten como de goma.
El siguiente estado es la justa ira. ¿Cómo puede ocurrir tal cosa en un país que se dice civilizado? ¿No se hacen estudios? ¿No hay expertos? Los afectados arden de indignación, y exigen reparaciones y depuración de responsabilidades.
El ¿final? de la historia es, por supuesto, triste. A medida que los intereses económicos y políticos van haciéndose cargo de la situación, los afectados pasarán poco a poco a importar cada vez menos. Dejarán de aparecer en los medios y, por tanto, dejarán de interesar. Serán, en la práctica, perfectamente invisibles.
Lo dicho. Unos genios.
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