jueves, 6 de octubre de 2005

¡ALELUYA!!!!

Amigos, amigas, blogueros todos: felicidades. Por fin, la blogosfera ha accedido a la mayoría de edad. Hasta hoy, la blogosfera no era más que un medio nuevo, balbuceante, que daba sus primeros pasitos en el abismo sin fin de los medios de comunicación. Pero esa etapa acaba de ser superada.

El comic como medio alcanzó esa mayoría de edad gracias al impulso que el buen hacer del Doctor Wertham le proporcionó con su "Seducción del Inocente". Gracias al doctor, Batman y Robin pasaron a formar parte del posmodernismo más rabioso y osado.

El cine, admitámoslo, era un mero divertimento para intelectuales... hasta que el senador McCarthy limpió Hollywood de masones, mariquitas y comunistas, propiciando así una nueva edad de Oro para el séptimo arte.

La blogosfera necesitaba un exégeta, un héroe cuya talla intelectual le permitiese ver más allá de la bruma y extraer la verdadera naturaleza de la blogosfera. Y no sólo eso: además, necesitaba de un valiente, capaz de decir verdades como puños (que valen doble) sin temor a lo que pueda opinar esa pléyade de débiles mentales que habitualmente puebla la intelectualidad de baratillo de este país (y de otros). Un monje guerrero capaz de, emulando al mismo Jesús, echar del templo a los metafóricos mercaderes de la palabra vana.

Ese héroe existe, y se llama Santiago Gamboa. Cedo la palabra a tan insigne caballero:

"Hola, soy Santiago Gamboa. Probablemente no me conozcan ustedes de nada".

Por una serie de casualidades que no vienen al caso he estado leyendo (o más bien husmeando) algunos de los millones de blogs que existen por ahí, en la red informática [¿?] y la verdad es que me he quedado de piedra, entendiendo "de piedra", sobre todo, en sentido negativo, si tal cosa existe en el campo de la semántica. Para quienes no lo sepan (como fue mi caso hasta hace poco), los blogs son esos diarios personales a los que se puede entrar libremente a través de internet. En ellos alguien cuenta su vida o expone sus ideas sobre diversos temas, dándole la posibilidad al visitante de escribir comentarios e iniciar polémicas, todo lo cual pasa a formar parte de la página.
Qué bien explicado. Es que habla tan bien... ¡ladrón, que me has robado el corazón!
Sería interesante estudiar la psicología de quienes crean blogs, pues sospecho que en muchos casos se trata de seres con el deseo voyeurista de analizarse, fascinados por el espectáculo cotidiano de sus vidas, o de sus ideas u obsesiones, dejando ver una pizca de megalomanía disfrazada de amor al debate, un ego hipertrófico escondido tras conceptos como la alegría de compartir o lo hermoso que es interactuar sanamente con los demás, ¡oh, los demás!, esa entelequia en nombre de la cual todo se justifica.
¡Caramba! ¡Me ha clavado el tío!
En fin. El tema daría para otra columna, pero lo que realmente quiero comentar es la cantidad de basura que se escribe en esos blogs, los millones y quizá trillones de frases que van y vienen, y quedan consignadas en la memoria de la red informática, palabras escritas que, pretendiendo ser conceptos o ideas, sólo demuestran la idiotez más pura, cumbres de imbecilidad dignas de los Premios Darwin (que recogen y clasifican la estupidez humana), cuando no se reducen a meros asertos racistas, xenófobos, patrioteros, a insultos y humillaciones contra individuos o comunidades, instigaciones al odio o la violencia, y un largo etcétera que incluye las pulsiones más negativas del ser humano.
¡Cáspita! Me conoce como si me hubiese... eh, espera un momento: mamá, ¿eres tú?
Esto no tendría mucha gravedad y se limitaría a ser sólo polución informática si no fuera porque los "buscadores" (como Google) nos remiten sistemáticamente a estos blogs, cuando en ellos se nombra alguna personalidad, entidad o concepto sobre el que uno está investigando.
Escuchad con humildad las palabras del sabio, y os reconoceréis en ellas. Congratulémonos todos de que por fin, alguien haya señalado al rey desnudo. ¡Aleluya!

[Vía Hmmm..., artículo original aquí]

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